El medio de comunicación CDN Noticias compartió una historia conmovedora, la del señor Juan Bautista Encarnación, quien fue visto en el Cementerio Cristo Salvador el día de ayer, sábado 2 de noviembre, Día de los Difuntos.
Se trata de un padre que, a pesar del paso del tiempo, le continúa rindiendo homenaje a la memoria de sus dos hijos fallecidos, cuyos restos reposan en dicho camposanto situado en Santo Domingo Este.
Lo que cuenta este hombre sin duda alguna es un reflejo del amor inquebrantable que ni la muerte ha logrado quebrantar. Para Juan, cada visita al cementerio es un momento cargado de tristeza y serenidad. Con voz quebrantada, comparte que “uno nunca supera la ausencia de un hijo“.
El dolor de perder a un ser querido es una carga que el tiempo solo puede suavizar, pero no eliminar por completo. El señor sigue aferrado a estos momentos para recordar a sus hijos y expresar el amor que permanece en lo más profundo de su corazón.
Y es que, han pasado ya más de tres décadas desde la partida de sus seres queridos, sin embargo, se dedica a limpiar y acondicionar la tumba de sus hijos como una forma de honrarlos y sentir que, de alguna manera, aún los cuida. Cada visita al Cementerio Cristo Salvador se convierte en un ritual de respeto y amor, donde ordena el lugar de descanso de los seres a quienes amó profundamente. “Es como si estuviera cuidándolos, aunque ya no estén“, dice con nostalgia.
Hoy en día, su única hija se ha convertido en el centro de su vida. “Después de Dios, ella es la luz de mis ojos”, afirma con una sonrisa melancólica.
El Día de los Difuntos representa una ocasión significativa para que muchas familias dominicanas recuerden a quienes han partido. Este momento no solo sirve para rendir homenaje, sino también para fortalecer los lazos familiares y reafirmar los valores de respeto y amor hacia los que ya no están.
La historia de Juan Bautista Encarnación pone de manifiesto el hecho de mantener la importancia de conservar vivos los recuerdos de aquellos que amamos. Para él, el Cementerio Cristo Salvador no es solo un lugar de descanso, sino un espacio de reflexión y conexión espiritual.
Cada visita se convierte en un tiempo para rememorar y procesar la tristeza. “A veces, me siento aquí y pienso en todo lo que pasamos juntos”, confiesa.
Su fortaleza para seguir adelante sin olvidar a quienes partieron es una muestra de amor y resiliencia que merece ser recordada y compartida.
Por: Raysa Álvarez